Ante la abundante literatura dedicada en la última década a explorar la filosofía de los estoicos, este libro se propone algo radicalmente innovador, ya que se centra en estudiar las propuestas éticas de los estoicos antiguos, siguiendo la reconstrucción de los fundadores del Pórtico que construyen Ario Dídimo, Diógenes Laercio y Hierocles. Frente a otras obras que se alejan de las fuentes de los antiguos estoicos, este volumen contiene la traducción castellana, a partir de una revisión crítica del texto griego, de las tres exposiciones tradicionales de las éticas estoicas, compuestas por Ario Dídimo, filósofo de la corte del emperador Augusto, en su Epítome de ética estoica, a quien el autor considera con gran probabilidad la descripción más precisa sobre la figura del sabio estoico y sus virtudes, junto a Diógenes Laercio, en el libro VII de sus Vidas y doctrinas de los filósofos ilustres, y Hierocles, en sus Elementos de ética, donde ofrece una presentación de la doctrina clásica de la familiaridad (οἰκείωσις), acompañada de varios ejemplos extraídos del comportamiento animal.

El libro se articula en dos partes bien diferenciadas: (A) Estudio preliminar, que se divide en seis apartados claramente definidos, dedicados a analizar los puntos capitales de las éticas estoicas: (1) El sabio estoico (pp. 13-20); (2) El impulso, la repulsión y los puntos de partida (pp. 20-36); (3) La virtud y el conocimiento (pp. 34-66); (4) La familiaridad (pp. 66-69); (5) El acto debido (pp. 79-101); (6) La sociabilidad (pp. 101-113). Y una actualizada bibliografía crítica, que incluye las recopilaciones de fragmentos estoicos, las introducciones al estoicismo, las obras colectivas de referencia y los estudios (pp. 113-124). (B) La revisión crítica del texto y la traducción castellana de las tres fuentes principales de las éticas estoicas, acompañadas de introducciones y notas: (1) Ario Dídimo, Epítome de ética estoica (pp. 125-204); (2) Diógenes Laercio, Vidas y doctrinas de los filósofos ilustres VII 84-131 (pp. 205-254); (3) Hierocles, Elementos de ética (pp. 255-296). El libro incluye además dos útiles anexos: (1) estoicos antiguos (pp. 297-298); (2) cronología (pp. 309-316); y (3) un índice analítico de nombres propios y de términos y temas (pp. 317-338).

El Epítome de Ario Dídimo es considerado la exposición más completa de la ética estoica. Se cree que Ario Dídimo era también amigo y consejero de Augusto. En el siglo XIX, Diels acuñó el término “doxografía” para referirse a obras antiguas que examinan las doctrinas de diferentes filósofos. Estobeo utilizó fuentes como Aecio y Ario Dídimo para su Antología. Ario Dídimo estructura sus argumentos siguiendo categorías aristotélicas como sustancia, cantidad, cualidad y relación. Este esquema sigue de cerca la sucesión de argumentos elaborada por Eudoro de Alejandría, con la excepción de abordar al final, en lugar de al comienzo, el bien y el mal. Este enfoque difiere en el orden expositivo de los argumentos, lo que manifiesta el principal desacuerdo con la exposición de la ética estoica de Diógenes Laercio. Ario Dídimo sigue un patrón arquitectónico que establece la definición, la división y la discusión de cada tema según las categorías aristotélicas, lo que también se aplica a otras doxografías éticas de las principales escuelas filosóficas, como las peripatéticas.

En cuanto a Diógenes Laercio, en el apartado del libro VII relacionado con la ética estoica, presenta un programa elaborado por Crisipo que abarca diversos temas como el impulso, los bienes, las pasiones, la virtud y el fin último. Aquí, la ética estoica se describe como un movimiento que va de lo básico a lo más complejo, comenzando con los impulsos que forman la base de las acciones y culminando en el fin supremo de la moralidad. Diógenes Laercio sigue un esquema temático en su exposición, con una ordenación clara de los primeros temas, intercalando cuestiones adicionales.

En tercer lugar, Hierocles, quien en sus Elementos de ética ofrece una introducción ordenada a la ética estoica. El papiro PBerol inv. 9780 verso (finales del s. II d. C.), descubierto probablemente en la ciudad egipcia de Hermópolis, es el único testimonio que nos transmite la primera parte de este tratado. Aunque anteriormente se confundía con el neoplatónico Hierocles de Alejandría, discípulo de Plutarco de Atenas, investigaciones recientes sugieren que se refiere a un estoico contemporáneo de Epicteto. El tratado es una exposición rigurosa de la ética estoica, sin incluir advertencias o críticas, con el objetivo de hacerla más accesible y comprensible. La obra se centra en la exposición de los principios de la ética estoica, partiendo de una discusión “acerca de lo primero familiar al animal (περὶ τοῦ πρώτου οἰκείου τῷ ζῴῳ)” (Hierocl. I 2), haciendo hincapié en el momento del nacimiento como el inicio de su vida. En este tratado se discuten las diferencias entre animales y plantas, destacando la percepción y el impulso como elementos distintivos. El término στοιχείωσις tiene dos significados: puede referirse a un resumen de una teoría o a una exposición completa de una doctrina (pp. 257-262). Se argumenta que el tratado no necesita un complemento más avanzado y se considera un texto conciso de filosofía moral, que puede ser una introducción en el sentido de preparar al lector para comprender tesis éticas más complejas. Además, el autor destaca la conexión entre la familiaridad individual y la social, apuntando a un análisis que integre ambas perspectivas.

Para varias escuelas filosóficas, toda acción humana tiene un fin último que es la felicidad. Para los estoicos este fin se logra viviendo de acuerdo con la naturaleza y practicando la virtud. La ética estoica sostiene que la virtud es el único bien y el vicio es el único mal, mientras que todo lo demás es indiferente. Zamora retoma el pensamiento estoico según Zenón, el fundador del Pórtico, para el cual el fin supremo consiste en vivir en coherencia con la naturaleza, es decir, vivir de acuerdo con la razón. Vivir en armonía con la naturaleza genera felicidad, mientras que vivir en conflicto con ella genera desgracia. Cleantes, sucesor de Zenón, complementó la definición de Zenón añadiendo “con la naturaleza”. Crisipo, por su parte, trata de conciliar las interpretaciones de Zenón y Cleantes, sosteniendo que vivir en coherencia con la naturaleza es vivir de acuerdo con la virtud. De este modo, Crisipo interpreta el “vivir en coherencia con la naturaleza” de Zenón y Cleantes como “vivir de acuerdo con la virtud”, que equivale a “vivir de acuerdo con la experiencia de las cosas que suceden por naturaleza” (Ar.Did. 6a; D.L. VII 87).

Este libro, por su riqueza y variedad, suscita una reflexión plenamente actual. Los estoicos antiguos, como demuestra el autor, se interesan no solo por la teoría moral, sino también fundamentalmente por la práctica moral. En sus éticas afirman, como acabamos de recordar, que el fin último de la vida humana consiste en “vivir conforme a la naturaleza”, es decir, vivir una vida virtuosa no haciendo nada en contra de la naturaleza y viviendo una vida en armonía con el universo. Para los estoicos, las virtudes y las partes de la filosofía se implican mutuamente, ya que la virtud es a la vez un conocimiento y una disposición. A cada uno de nosotros corresponde llevar a cabo su “acto debido” (καθῆκον), que consiste en lo que la razón prescribe, y de los actos debidos surge la coherencia de los principios de la acción.

Recepción: 21 septiembre 2024

Aprobación: 31 octubre 2024

Publicación: 01 febrero 2025