Dosier: Pensar las emociones en la Atenas democrática
Las emociones en el tribunal: Teoría e instrucciones de uso (Aristóteles, Retórica III)
Resumen: El largo y conocido análisis de las pasiones como instrumentos de persuasión en el Libro II de la Retórica se considera la fuente principal para reconstruir el complejo rompecabezas que es la teoría aristotélica de las emociones. Pero es en el Libro III, dedicado a la expresión lingüística del discurso (léxis) y al orden de sus partes (táxis), donde Aristóteles nos brinda de forma concreta las instrucciones para el uso de las emociones y los mecanismos psicológicos que atañen a la persuasión, como la mímesis y la empatía. El análisis diversificado del factor emocional en las distintas partes del discurso no solo complementa la "retórica de las pasiones" del Libro II, sino que permite también comprender mejor la estructura de la propia Retórica y demuestra que el tema de las pasiones puede considerarse uno de los hilos conductores de todo el tratado.
Palabras clave: Aristóteles, Libro III de la Retórica, Emociones.
Emotions in Court: Theory and Instructions for Its Use (Aristotle, Rhetoric III)
Abstract: The long and famous analysis of passions as instruments of persuasion in Book II of the Rhetoric is considered as the main source to reconstruct this complex puzzle which is the Aristotelian theory of emotions. But it is in Book III, dedicated to the linguistic expression of speech (lexis) and to the order of its parts (taxis), that Aristotle gives us in a concrete way the instructions for the use of the emotions and the psychological mechanisms which concern persuasion, like mimesis and empathy. The diversified analysis of the emotional factor in the different parts of the speech is not only a complement to the "rhetoric of the passions" of Book II, but it also allows us to better understand the structure of the Rhetoric itself and shows that the theme of the passions can be considered as one of the main threads of the whole treatise.
Keywords: Aristóteles, Book III of the Rhetoric, Emotions.
1. Algunas premisas. Las emociones en la Retórica
La Retórica es un texto crucial en el intento de reconstruir ese difícil y confuso rompecabezas que es la teoría aristotélica de las pasiones.1 En primer lugar, porque la Retórica es nuestra fuente principal. En segundo lugar, porque en este tratado las pasiones desempeñan efectivamente un papel fundamental.
En efecto, dentro de la perspectiva de la rehabilitación aristotélica del elemento emocional en la persuasión que opera Aristóteles, a diferencia de la visión platónica, las pasiones dejan de ser factores negativos de la naturaleza humana para aparecer, por el contrario, como el ineludible "factor humano" que determina todas las relaciones sociales en la pólis y con el cual todo orador debe enfrentarse.
En la primera mitad del Libro II, Aristóteles presenta un extenso análisis de las pasiones (1-11), seguido de un análisis de los caracteres (12-17), que constituye el desarrollo más completo y articulado del factor emocional en el corpus aristotélico. Aquí, las pasiones se presentan como uno de los medios técnicos de persuasión (písteis éntechnoi), es decir, producidas metódicamente por el orador.
De hecho, Aristóteles parece tener una doble postura respecto a la apelación a las pasiones en la Retórica. En las primeras páginas (I, 1, 1354a11 ss.), critica el interés exclusivo que los autores de los tratados retóricos de su época dedicaban a la apelación a las pasiones en desmedro de la demostración (el entimema), que es en cambio el verdadero "cuerpo de la persuasión". En efecto, Aristóteles considera aquí las emociones como un factor de la manipulación externo al sujeto (éxo toû prágmatos) y que solo concierne al auditorio, pero luego, en I, 2, reintegra las pasiones en los "medios técnicos de persuasión" (I, 2, 1356a1 ss.), junto con el carácter (êthos) del orador y el discurso demostrativo (lógos), y les dedica seguidamente en el libro II un análisis extremadamente detallado.
Se ha intentado explicar esta discrepancia entre I, 1 e I, 2-II, a partir de la hipótesis del paso de una posición purista, idealista y platónica a una concepción más práctica de la retórica, que emplea las pasiones como medicinas adaptadas a la mediocridad de los oyentes.2 En realidad, este contraste es aparente, y se resuelve fácilmente sin necesidad de considerar dos fases distintas en el pensamiento de Aristóteles (cf. Cope, 1867, p. 140; Brunschwig, 1996; Rapp, 2005). La crítica de I, 1 se dirige a un uso incorrecto y abusivo, cuanto exclusivo, de las pasiones por parte de sus contemporáneos. En cambio, la admisión en I, 2 de las pasiones entre los písteis éntechnoi, indica un uso diferente, correcto y conforme a las reglas de la retórica. Se trata de influir en los juicios de los jurados, sin que este instrumento aparezca como extraño y en competencia con la argumentación. En efecto, la inducción de las emociones "influye" en los juicios no como el desencadenamiento de las facultades irracionales que conducen a la obnubilación de la facultad de juzgar, sino como lo que lleva al sujeto a juzgar de un modo diferente.3 Pero, ¿qué significa "juzgar de un modo diferente"? Aristóteles da pocos ejemplos, pero podemos deducir que significa juzgar los hechos presentados de forma unilateral, dando más o menos importancia a un hecho, favoreciendo uno de los aspectos de un suceso o eligiendo una sucesión causal entre otras. Por ejemplo, en un juicio, el juez, tras escuchar el mismo suceso presentado por la defensa y la acusación de distintas maneras, podría elegir, bajo la influencia de la simpatía o la hostilidad, la piedad o la indignación, una u otra de las dos versiones. En uno de los pocos pasajes de la Retórica que describe este efecto del factor emocional sobre los jueces, leemos:
Pues las cosas no son, desde luego, iguales para el que siente amistad, que para el que experimenta odio, ni para el que está airado que para el que tiene calma, sino que o son por completo distintas o bien difieren en magnitud. Y, así, mientras que el que siente amistad <considera que> el juicio que debe emitir es de inocencia total o de poca culpabilidad, al que experimenta odio <le sucede> lo contrario; y lo mismo, si lo que va a ocurrir es placentero, al que será un bien, mientras que al insensible y al malhumorado <le pasa> lo contrario.4
Pero, ¿cómo funciona en la práctica la apelación a las emociones? ¿Cuándo, cómo y qué emociones deben suscitarse en un discurso delante de un tribunal? ¿Y cómo se articula la apelación a estas emociones con el "cuerpo de la persuasión", es decir, el entimema?
El interés crítico por la teoría aristotélica de las emociones se ha centrado principalmente en los libros I y II del tratado, que suelen considerarse como una unidad, que tiene como objeto general la argumentación, y más concretamente las fuentes de las que se extraen los medios de persuasión. Aquí las emociones se presentan y analizan según su doble papel -causal- como motivos de acciones delictivas (I, 10-13) e instrumental como medios de persuasión (II, 1-11). Este doble rol es especialmente evidente en el género judicial.
En cambio, el Libro III, dedicado a la expresión lingüística del discurso (léxis) y al orden de sus partes (táxis), ha sido generalmente descuidado en relación con las pasiones.
Sin embargo, en realidad es en este libro, que a menudo se considera independiente y a veces incluso inauténtico, próximo a la Poética y a sus procedimientos, donde Aristóteles nos ofrece de manera concreta las instrucciones de la inducción de las emociones, de acuerdo con las reglas de la téchne retórica, y de los mecanismos psicológicos que desencadena. En efecto, el análisis del papel del factor emocional en la persuasión del auditorio en los dos primeros libros sigue siendo esencialmente teórico y, por tanto, bastante abstracto, lo que dificulta la comprensión de cómo funciona su puesta en acto en un juicio. Sin embargo, en el libro III, Aristóteles ofrece indicaciones sobre cómo expresar y producir emociones de diferentes maneras en las distintas partes del discurso y, por tanto, cómo, en la práctica, orientar los juicios y contribuir a la persuasión en la dirección prevista por el orador.
2. Léxis. La expresión lingüística de las emociones
La primera parte del libro III (1-12) trata del estilo (léxis), es decir, de la expresión lingüística del discurso, ya que:
Dado que no basta con saber lo que hay que decir, sino que también es necesario decirlo como se debe, y esto contribuye mucho a que se manifieste de qué clase es el discurso.5
No obstante, las emociones desempeñan un papel importante en la forma de presentar los hechos al público. Aristóteles muestra aquí su poder persuasivo en dos lugares: en el análisis de la acción oratoria (hypókrisis, latín: actio: actuación, declamación, recitación), que es el modo en que el orador utiliza la voz, y en el tema de la adecuación (prépon), que es una de las cualidades del estilo excelente, y que consiste en el uso del lenguaje más adecuado para expresar los tres medios técnicos de persuasión: las pasiones, los caracteres y los argumentos.
2.1. La acción oratoria (hypókrisis)
En III, 12, Aristóteles, recordando que el estilo debe adaptarse a cada uno de los géneros de la retórica, distingue entre estilo escrito y el estilo oral. El estilo oral exige que domine el griego para ser comprendido, mientras que el estilo escrito es más preciso (akribéstate). El estilo oral es el que se utiliza en los debates públicos, es decir, en la asamblea y en los tribunales. Por tanto, es adecuado para el género deliberativo y judicial. El estilo escrito es más adecuado para el epidíctico. Ahora bien, la precisión, que significa aquí la capacidad del discurso de ceñirse lo mejor posible a su objeto, es decir, de explicar lo mejor posible lo que ha sucedido, no tiene valor en sí misma, sino que es útil según los géneros. En efecto, sería más bien una debilidad en el discurso público, aunque necesaria en el discurso judicial.
La expresión escrita es mucho más rigurosa, mientras que la propia de los debates se acerca más a la representación teatral <y de tal expresión hay dos especies: la que expresa de los caracteres y la que expresa de las pasiones>.6
La <representación oratoria> estriba en la voz: en cómo debe usarse para cada pasión —o sea, cuándo fuerte y cuándo baja y mesurada—; en cómo <hay que servirse> de las entonaciones —es decir, agudas algunas veces, graves y mesuradas otras—; y en qué ritmos <conviene emplear> para cada caso. Pues tres son, en efecto, las cosas que entran en el examen:7 el tono, la armonía y el ritmo.8
Aristóteles habla de la introducción tardía de la actio en las representaciones trágicas y en la poesía. Del mismo modo, afirma que esta téchne aún no ha alcanzado su desarrollo, así como el estilo es una preocupación reciente. Admite que la actio es algo vulgar (phortikón, 1404a1), pero necesaria por su extrema eficacia (cf. megíste dýnamis, 1403b 21) persuasiva sobre los auditores, en la mayoría de los géneros mediocres. Si en el mejor de los mundos todo lo que se desvíe de la demostración es superfluo, porque es necesario debatir con la sola ayuda de los hechos mismos, en el estado actual de cosas el cuidado del estilo es necesario en la persuasión. En efecto, dice Aristóteles, "como todas las materias que se refieren a la retórica se relacionan con la opinión, se ha de poner también cuidado <en este punto>, no por su rectitud, sino por su necesidad".9 Más adelante (1404a10), Aristóteles precisa que el estilo actúa esencialmente sobre la imaginación (phantasía) del oyente. Esta afirmación es importante porque en el libro II, las causas de las emociones se describen siempre como representaciones (cf. phantasía, phainómenon) de algo; por ejemplo, el miedo se define como el sufrimiento nacido de la representación (phantasía) de un mal venidero (II, 5, 1382a1). Esto confirma el hecho de que la apelación a las emociones se produce sobre todo a nivel de la imaginación y, por tanto, implica mediación e interpretación por parte del oyente.
Pero, ¿en qué reside la capacidad de expresión emocional de la voz? Aristóteles habla del volumen, el tono y el ritmo. En un breve repaso a la historia del estilo (1404a20-39), Aristóteles presenta su origen natural (péphyken) en los poetas: las palabras son imitaciones (mimémata) y la voz es lo que en nosotros es más apto para imitar (mimetikótaton).10 Se trata aquí, por tanto, de imitar las pasiones. Veremos que la mímesis se perfila en el libro III como un aspecto fundamental de la eficacia persuasiva de la expresión emocional.
2.2. La adecuación (prépon)
La adecuación es una cualidad del lenguaje que consiste en la expresión apropiada de pasiones, caracteres y argumentos.11
En lo que respecta a la expresión de las pasiones:
Por otra parte, la expresión refleja las pasiones, si, tratándose de un ultraje, se muestra llena de ira;12 si de actos impíos y vergonzosos, cargada de indignación y reverencia religiosa; si de algo que merece elogios, con admiración; y si de algo que excita la compasión, con humildad. E igualmente en los demás casos. Además, la expresión apropiada hace convincente el hecho, porque, por paralogismo, el estado de ánimo <del que escucha> es el de que, quien así le habla, le está diciendo la verdad: en asuntos de esta clase, en efecto, <los hombres> están dispuestos de tal modo que tienden a creer, incluso si el orador no se halla en esa misma disposición «al hablar», que los hechos son como él se los dice; y, así, el que escucha comparte siempre con el que habla las mismas pasiones que expresa, aunque en realidad no diga nada. Este es el motivo por el que muchos arrebatan al auditorio hablando a voces.13
En estos ejemplos, Aristóteles relaciona un cierto número de actos injustos con los páthe que provocan. Encontramos aquí algunas causas directas de los páthe descritos en Retórica II, como la hýbris (ultraje), que es una de las causas más graves de la cólera justificada, o los actos impíos y vergonzosos, que provocan la indignación. Se trata de casos pertenecientes al género judicial, salvo el tercero, que parece pertenecer más bien al género epidíctico.
Ahora bien, la expresión emocional o patética (cf. pathetikôs légein) de los hechos tiene un gran poder persuasivo no solo porque desencadena el razonamiento (aunque sea falso), sino también porque establece una relación de simpatía mimética (cf. synomopatheî: lit. “ser afectado de la misma manera”) entre el orador y los oyentes. Aristóteles explica en términos psicológicos, en un sentido casi moderno del término, este mecanismo de persuasión de las pasiones: la emoción bien puesta en escena por el orador se transmite al oyente; este, mediante un falso razonamiento, vincula la emoción representada a las circunstancias que suelen producir tal estado emocional y que él ha experimentado, aunque estas circunstancias presentadas por el orador no se correspondan con la veracidad de los hechos, y 'participa' realmente de la que, paradójicamente, es una emoción ficticia.
El paralogismo consiste en dar por verdadero un hecho a partir del vínculo conocido entre la emoción manifestada y las circunstancias que suelen producirla: si es cierto que un acto de hýbris provoca cólera, no se sigue necesariamente que en el curso de la expresión patética de la cólera haya habido realmente un episodio de hýbris.
Aquí tocamos un elemento crucial de la retórica judicial: en un juicio, en la práctica, el criterio para la presentación de los hechos debe ser la persuasión de los jueces. El discurso de la acusación y de la defensa es así, como el discurso poético, una especie de ficción, en la que la elección de los hechos y la presentación del encadenamiento de las causas que los estructuran están guiadas por el objetivo de la persuasión.14 En el caso anterior, la expresión adecuada de las emociones implica una doble forma de mímesis, tanto por parte del orador como de los oyentes. En efecto, por un lado, el que habla tiene que mimetizar mediante el estilo y/o la recitación las emociones que experimenta en determinadas circunstancias para transmitirlas a los oyentes. Por otro lado, aquellos experimentan una especie de simpatía mimética y se convencen de la veracidad de esas circunstancias.
Más adelante (1408b11 ss.), Aristóteles da ejemplos de expresiones capaces de expresar emociones: las palabras dobles, los epítetos, los extranjerismos. Por ejemplo, el término doble "alto hasta el cielo" atribuida a un mal será utilizada por un hombre enfadado y aceptada por sus oyentes. Aristóteles describe aquí, en referencia al Panegírico de Isócrates, una situación de empatía entre el orador y su auditorio, que ya ha sido manipulado por las emociones y se encuentra en un estado psicológico de entusiasmo que comparte con el orador y lo hace receptivo a aceptar expresiones que uno suele pronunciar cuando está fuera de sí.15 Cabe señalar que, desde esta perspectiva, las expresiones emocionales no son instrumentos capaces de suscitar estados emocionales en los oyentes, sino más bien herramientas de transmisión de mensajes para un público ya dispuesto emocionalmente.
Esta descripción completa el análisis teórico de Retórica II, que indicaba tres factores que deben tenerse en cuenta para desencadenar las emociones: las disposiciones, las personas y los temas.
3. Táxis. Las emociones en las partes del discurso judicial
Una vez determinado el papel de las emociones en el estilo, pasemos a la segunda sección de Retórica III, dedicada a las partes del discurso. La cuestión ahora se plantea en estos términos: ¿dónde y cuándo deben expresarse las pasiones?
En Retórica III, 13, Aristóteles describe la composición de los discursos según los tres géneros oratorios. Las dos partes principales son la exposición (próthesis) y la argumentación (pístis): se corresponden al problema y a la demostración respectivamente.16 Estas partes pertenecen a cada género de discurso, pero la mayoría de los discursos incluyen, además de la exposición y la argumentación, el exordio (prooímion) y el epílogo (epílogos, cf. b8). Además, el discurso judicial presenta la narración (diégesis) y a veces, cuando es breve y su tema fácil de recordar, no incluye epílogo. Sin embargo, el papel de las emociones se menciona específicamente en relación con el exordio, la narración, la argumentación (en relación con la demostración) y el epílogo. El género judicial es el principal campo de aplicación de la apelación a las emociones, pero las consideraciones de Aristóteles suelen aplicarse también a otros géneros.
La función principal del exordio es dar una visión de conjunto, a fin de que los oyentes sepan de antemano cuál es el propósito del discurso.17 En cuanto a la narración, su papel es contar las acciones que constituyen el tema del discurso y de las que el orador no es responsable:
Ya que hay que pasar sucesivamente por todos los hechos de que se compone el discurso. Consta, en efecto, el discurso de un componente ajeno al arte (dado que el que habla no es para nada causante de los hechos) y otro que, en cambio, sí está sujeto al arte, o sea, que es posible, o bien demostrarlo, si no resulta digno de crédito, o bien <establecer> que es de tal naturaleza o de tal cantidad, o bien todas estas cosas juntas.18
3.1 El exordio (prooímion). Captar la benevolencia, captar la atención
En el género judicial, el exordio desempeña el mismo papel que los prólogos en las obras teatrales y las epopeyas:
La función más necesaria y propia del exordio es mostrar la finalidad por cuya causa se dice el discurso (…). En cuanto a las otras especies que se usan, en realidad consisten en remedios y son comunes <a todos los géneros>. Dichas especies, por su parte, tienen su origen o en el que habla, o en el auditorio, o en el asunto, o en el adversario.19
El objetivo del acusador es formular la acusación en primer lugar, para que los oyentes con posterioridad la recuerden, mientras que para el defensor es oponerse a la acusación y destruirla:
Los <remedios> que se relacionan con los oyentes nacen o bien de conseguir su benevolencia o bien de provocar su ira, y, algunas veces, de atraer su atención o de lo contrario. Porque, desde luego, no siempre es conveniente llamar su atención, por lo que muchos intentan hacerles reír (…). Ahora bien, lo que se pone más interés en atender son los asuntos importantes, los propios, los que despiertan admiración y los que resultan placenteros (…). De todos modos, conviene no olvidar que todos estos medios son marginales al discurso y que, en efecto, se dirigen a un oyente de poca valía, que presta audiencia a lo que está fuera del asunto. Porque, si no es así el caso, para nada es preciso el exordio, sino que basta con decir los puntos capitales del asunto, para que este, a manera de un cuerpo, tenga también cabeza.20
Aristóteles insiste en la mediocridad del público y muestra aquí las estrategias eficaces para captar la benevolencia de los oyentes y su atención (o, por el contrario, su distracción). Se ajusta así a la práctica del juicio al subrayar que estos medios de persuasión son externos a la demostración y se adaptan a un oyente phaûlos, es decir, de bajo nivel, tanto social como moral. El factor emocional entra así en juego en relación con la disposición benevolente y la atención hacia el orador. Los factores que provocan estos estados psicológicos pueden ser el placer, el interés propio, lo "maravilloso" y lo "terrible".21
3.2. La narración (diégesis). La mímesis simbólica de las emociones
Aristóteles introduce la representación de las emociones en la narración de los hechos del discurso jurídico:
Además, has de hablar de una forma que exprese las pasiones, incluyendo en la narración tanto las consecuencias de ellas que todo el mundo conoce, como también las que corresponden, en particular, sea a ti mismo, sea al adversario. <Por ejemplo>: <<se marchó después de mirarme sombríamente>>. O lo que Esquines <cuenta> de Crátilo sobre que se puso a silbar, batiendo palmas con las manos. Todo esto es ciertamente convincente, por cuanto tales cosas, que todos conocen, constituyen indicios que permiten el reconocimiento de las cosas que no se conocen. La mayoría de ellas pueden tomarse, por otra parte, de Homero: así habló y la anciana cubría su rostro con las manos, pues, en efecto, se llevan a los ojos quienes rompen a llorar.22
Aristóteles introduce aquí de nuevo el mecanismo de la persuasión emocional mimética que ya hemos encontrado en relación con la adecuación. En efecto, como señala Quirón (2007, n. p. 510), hay aquí un ejemplo del "principio de entrenamiento de lo mismo por lo mismo", pero desplazado del anterior porque se trata de una representación indirecta de la emoción (el gesto de tal o cual persona implica tal o cual emoción), a través de un signo de reconocimiento,23 en este caso un gesto. La fuerza persuasiva de este procedimiento estaría, pues, vinculada a un proceso de comprensión y de aprendizaje que, como sabemos por Aristóteles, es también fuente de placer.24
3.3. La argumentación (pístis). Poieîn páthos o légein enthýmema
Este es el lugar de la demostración (apódeixis) donde opera el instrumento por excelencia de la persuasión: el entimema. En particular, Aristóteles especifica que el entimema es el más adecuado, entre los tres géneros, para el género judicial, porque trata del pasado, del ámbito de la demostración y de la necesidad (1418a6).25
Aristóteles da instrucciones sobre el uso de los entimemas (por ejemplo, no hay que enunciarlos en serie, ni buscarlos en todo). Entre ellas, afirma la incompatibilidad entre el uso del entimema y la excitación de las pasiones.
Asimismo, cuando trates de provocar una pasión, no digas entimema (porque o apagarás la pasión o será baldío el entimema que hayas enunciado, puesto que dos movimientos opuestos y simultáneos se repelen mutuamente y, o bien se neutralizan, o bien se tornan débiles).26
Esta prescripción merece atención por dos razones. En primer lugar, hay que señalar que, aunque el entimema también constituye en el discurso jurídico "el cuerpo de la persuasión", el objetivo de Aristóteles aquí no es presentar la demostración como más persuasiva que la inducción de emociones. Se trata más bien de una cuestión puramente técnica, según la cual no deben utilizarse al mismo tiempo dos instrumentos de persuasión potencialmente eficaces para lograr el mejor resultado. En segundo lugar, Aristóteles brinda una explicación psicológica de la incompatibilidad de dos movimientos simultáneos,27 en este caso el razonamiento y la emoción, basada en la unidad funcional del alma aristotélica.28 El tema de la incompatibilidad de ciertas pasiones, como el miedo con la cólera por ejemplo,29 es muy importante en el Libro II de la Retórica, ya que el propósito no solo es suscitar ciertas emociones, sino también bloquearlas, de allí el análisis de las emociones en pares de opuestos.
3.4. El epílogo (epίlogos). Provocar las pasiones de los oyentes
La inducción de pasiones reviste una parte importante dentro del epílogo:
El epílogo consiste en cuatro puntos: inclinar al auditorio a nuestro favor y en contra del adversario; amplificar y minimizar; excitar las pasiones en el oyente; y hacer que recuerde.30
El epílogo es un momento decisivo para influir en el juicio de los miembros del jurado: a través de estas cuatro estrategias, el orador pretende afinar y consolidar31 su labor de persuasión y causar una última impresión favorable antes de la votación.
Después de esto, cuando ya están claras tanto las cualidades como las magnitudes, hay que provocar en el auditorio determinadas pasiones, que son: la compasión, el horror, la ira, el odio, la envidia, la emulación y el espíritu de rivalidad. También se han expuesto antes los lugares comunes sobre estas materias.32
Aristóteles elabora aquí una lista de pasiones, que difiere de la lista de pares de opuestos en el Libro II, 2-11, a la que parece referirse.33 Hay que señalar, en primer lugar, que la lista de emociones es aquí más sucinta, limitada a una selección, y, en segundo lugar, que aparecen dos elementos que no están en la lista de definiciones de II, 2-11: la deínοsis y la éris, "horror" y "espíritu de rivalidad".
La mayoría de los traductores equiparan deínosis con némesis y traducen el término por "indignación". Deínosis aparece cuatro veces en la Retórica e indica: (i) "la exageración", es decir, una forma del lugar común de la amplificación que consiste precisamente en amplificar, haciendo dolorosa o espantosa (cf. deinós) la acción de alguien, sin haber demostrado que la haya cometido o no (II, 24, 1401b3; 21, 1395a 8-9); (ii) una reacción emotiva provocada (aquí y en III, 16, 1417a13), traducida como "indignación" por su cercanía a la compasión. Cope (1867, p. 213, §10) observa que existe una conexión natural entre ambas: la compasión, por quien ha sufrido una injusticia, suele ir acompañada de la indignación hacia quien ha cometido tal injusticia. Pero la deínosis en tanto fenómeno emocional parece tener un significado mucho más fuerte que la indignación atribuida a la némesis, que es en realidad una forma de sufrimiento indirecto y filtrado, que uno experimenta al ver la felicidad inmerecida de otra persona (cf. Rh. II, 9, 1387a10). En cambio, el componente de deinós ("terrible, espantoso") hace pensar más bien en el horror ante algo muy cercano y más directo, como en el caso del episodio de Amasis que, paralizado por el horror, no lloró ante el espectáculo de su hijo conducido a la muerte.34 Se trata de un efecto emocional violento, que puede muy bien obtenerse mediante la amplificación, eficaz para mantener la atención del auditorio35 y dejar una impresión fresca ante el voto. Es también una emoción típicamente trágica: en un pasaje de la Poética, a propósito de la diánoia (la expresión del pensamiento, que es la capacidad de producir efectos en el público), el horror figura precisamente entre los efectos producidos por la acción dramática. Aquí Aristóteles dice que el discurso poético y el discurso retórico producen los mismos efectos.36
En cuanto a la éris, se trata de otro término notable, que también pertenece al registro de la poética, se remonta a Homero y Hesíodo, y posee un pesado bagaje de significados y matices: es una divinidad con doble cara que provoca la guerra, a veces puede adoptar el sentido negativo de la discordia y otras el positivo de la emulación. Es un término que expresa el conflicto, la discordia política, las disputas sofísticas (éristique), las querellas personales.
La presencia de éris en este contexto es, pues, muy interesante pero bastante problemática, sobre todo porque esta palabra constituye un hápax no solo en el vocabulario de la Retórica sino también en el de todo el corpus aristotélico.37
Es cierto que también se encuentra en la Ética a Eudemo VII, 1, 1235a25-29, en el análisis de las tesis sobre los principios de la amistad, pero Aristóteles cita aquí las palabras de Heráclito, quien a su vez cita a Homero para criticarlo:38
Otros, en cambio, <piensan que> los contrarios son amigos, y Heráclito censura al poeta que escribió: ojalá que la discordia desaparezca de entre los dioses y los hombres (Il. XVIII, 107),39 pues no existiría armonía sin los sonidos agudos y graves, ni los animales sin los correspondientes contrarios que son el macho y la hembra.40
Así comienza un célebre pasaje de la Ilíada (XVIII, 107-113), en el que Aquiles, tras la muerte de Patroclo, deplora a éris y chólos (discordia y cólera), que extravían la razón, y se exhorta a sí mismo a controlar su "corazón", es decir, el thymós.41 Este pasaje es particularmente apreciado por Aristóteles, que en dos ocasiones en la Retórica reproduce la imagen de la miel destilada gota a gota, para explicar el componente de placer en la cólera constituido por la anticipación de la venganza.42 En ambos casos, Aristóteles se refiere a la comparación entre la miel y el thymós, que para él es el deseo impulsivo, la facultad que hace posible la cólera. De hecho, en la Retórica los dos términos se utilizan a menudo indistintamente, siendo la cólera, en última instancia, la manifestación paradigmática del thymós.
Dada la importancia de éris en la literatura griega, cabe la hipótesis de que Aristóteles tome prestado este término, bien conocido por su público, de los contextos de Homero y Hesíodo para expresar el espíritu de reacción, conflicto y rivalidad que entrañan la mayoría de las emociones propias de la Retórica. Se podría suponer que este término haya sido colocado por Aristóteles al final de esta lista (y al final del tratado) para expresar el estado psicológico que engloba las emociones propias de la Retórica.
En efecto, la mayoría de las emociones de la Retórica son esencialmente emociones competitivas que implican un movimiento de controversia, oposición y reafirmación del yo frente a un ataque exterior. A este respecto, Aubenque ha definido muy bien la cólera como una "contestation de retour".43
Como sostuve hace unos quince años en un artículo dedicado a las emociones de rivalidad en la Retórica,44 la fuente de este espíritu de polémica y competición se encuentra en el deseo de autoafirmación (hyperoché), de ser superior a los demás; la facultad del alma en la que tiene su asiento precisamente el thumós, que preside también los sentidos del honor y de la libertad.45
En efecto, Aristóteles postula este sentimiento de superioridad (hyperoché) en el alma humana como un deseo aún más primitivo, que parece estar ligado a todas las formas de rivalidad:
Igualmente es placentero el vencer —y no solo para los afanosos de victorias, sino para todos—, puesto que produce la imagen de una superioridad que, con más o menos empeño, todos desean.46
El placer asociado a la esperanza de victoria explica a su vez el placer que se experimenta en actividades competitivas como los juegos, la caza, las batallas, la lucha libre y la erística.
En la Retórica, Aristóteles no designa una pasión de la "rivalidad" propiamente dicha ni le dedica ningún análisis específico. Más bien menciona los caracteres particulares como "los afanosos de victorias" (philonikoí), los amantes de la controversia (eristikoí), los ambiciosos (philótimoi). En particular, los ambiciosos son los más inclinados a la victoria, la competición, el mando, la cólera, la envidia, la emulación. Esto explica la doble traducción de philotimía como "ambición" y "rivalidad": la ambición se expresa esencialmente como rivalidad.
El espíritu de conflicto o rivalidad parece tener el estatuto de un deseo indefinido, una facultad del alma, que se concreta en diferentes emociones transitorias, distintas según sus objetos y causas finales. Por ejemplo, la emulación, que tiene por objeto la adquisición de bienes honestos que merecemos, o la cólera, que tiene por objeto la venganza por un ultraje sufrido. No es de extrañar que Aristóteles en la Retórica haga referencia a la comparación de Homero del placer de éris kaì chólos con la miel para describir el placer del thymós.
El espíritu de conflicto como estado emocional no es ni bueno ni malo, es un factor ineludible e irreprimible de la naturaleza humana, estrechamente ligado a la autoafirmación, que hay que dominar, y despertar en el momento oportuno. No es sorprendente que aparezca en el epílogo, donde el efecto emocional debe dejar una fuerte impresión en la mente de manera de condicionar el voto o la deliberación final. También cabe suponer que esta lista contiene las pasiones que se despiertan habitual y efectivamente en los tribunales y que Aristóteles expresa en términos conocidos por su auditorio.
En cuanto al escenario en el que se suscita el deseo de conflicto o rivalidad, no se trata exclusivamente de la retórica judicial, en la que el orador estimularía emocionalmente la oposición del auditorio a la tesis del adversario, sino que bien puede referirse a un contexto deliberativo o epidíctico, por ejemplo para incitar a la asamblea a declarar la guerra o para oponerse a una decisión de política interna. La rivalidad, el deseo de conflicto, puede ser una emoción tanto privada como pública.
Es interesante observar que la Retórica comienza con una selección restringida de emociones47 y termina con una selección restringida de emociones que incluye ítems (diabolé, deínosis, éris) que no aparecen en el análisis sistemático de II, 2-11. Una posible explicación podría ser el hecho de que estas dos breves listas mencionan emociones bien conocidas y utilizadas con frecuencia en los tribunales y las asambleas. En efecto, en I, 1, Aristóteles critica el uso abusivo de las pasiones por parte de sus contemporáneos.
4. Conclusiones
Resumimos algunos de los resultados de nuestra investigación. Nos propusimos comprender cómo funciona la apelación a las emociones en el libro III. ¿Cómo, cuándo y con qué emociones se debe presentar un discurso ante un tribunal?
En la primera parte del libro III, la dedicada a la léxis, Aristóteles muestra cómo funciona la producción efectiva de las emociones. En la acción oratoria, la expresión de las emociones se realiza tanto por la voz como por el lenguaje. La explicación psicológica pone de relieve un mecanismo de simpatía mimética entre el orador y los oyentes, que atañe a los dos aspectos inseparables de la persuasión retórica: el factor emotivo y el cognitivo.
En la segunda parte del libro III, la dedicada a la táxis, Aristóteles muestra el papel diferenciado que desempeña el elemento emocional en las distintas partes del discurso, indicando dónde utilizar el lenguaje "afectivo" y "producir" emociones. Así, la inducción de las emociones encuentra su lugar en el exordio, en la narración y en el epílogo.
En el exordio, se trata de predisponer desde el principio a los oyentes en beneficio del orador. La eficacia de la apelación a las emociones depende de la mediocridad de los oyentes; el orador busca así captar su benevolencia y su atención mediante factores, entre otros, emocionales como el placer. Aristóteles señala que el uso de esta estrategia también es útil en otras partes del discurso en cuanto los oyentes se distraen.
En la narración, se trata de aclarar los hechos. La expresión de las emociones sigue teniendo una función mimética, pero es indirecta: atañe a la evocación y el reconocimiento de las circunstancias que acompañan a los hechos, como el gesto de taparse los ojos al llorar.
En el epílogo, la apelación a las emociones tiene un papel estratégico decisivo en la realización del proceso de persuasión, ya que se trata de dejar una impresión fresca y fuerte antes del voto del jurado. Aristóteles presenta una lista de emociones que hay que suscitar en los oyentes que termina con la éris (espíritu de rivalidad o controversia). Esta lista es diferente de la que puede extraerse del Libro II. Más bien parece una aplicación limitada y más concreta de la presentación ad abundantiam del Libro II.
El carácter práctico de "las instrucciones de uso" del libro III confirma también la incoherencia de una brecha entre una retórica "purista" que se dirige a un auditorio ideal de phrónimoi, excluye la apelación a las emociones y solo utiliza la demostración, y una retórica práctica que, dado el bajo nivel de la mayoría de los oyentes (cf. 1415a35), necesita manipularlos mediante el factor emocional. No se trata de oponer dos métodos, uno correcto y otro abusivo, como en I, 1. Aquí Aristóteles se refiere a una realidad concreta, la prueba, las numerosas alusiones a remedios y a la mediocridad de los oyentes. En efecto, la incompatibilidad entre la emisión de un entimema y la apelación a las pasiones que Aristóteles evoca en la fase de demostración no implica un juicio de valor, sino que se inscribe en las prescripciones prácticas de un método consumado de la téchne rhetoriké que tiene en cuenta el factor humano y calibra sus instrumentos persuasivos en los oyentes.
En efecto, la crítica de I, 1, dirigida a las primeras reflexiones de sus contemporáneos sobre el método de la oratoria, no se refería a su interés por apelar a las emociones, sino al hecho de que habían centrado su método exclusivamente en el páthos como medio de persuasión y habían descuidado el entimema, el silogismo propio de la retórica, que es la estructura de apoyo del discurso por su carácter de necesidad entre premisas y conclusión.
¿Nos permite esta investigación en el libro III de la Retórica comprender mejor la teoría aristotélica de las pasiones?
Creo poder responder que sí, y añadiría que ha producido un doble resultado: no solo permite comprender mejor la teoría aristotélica de las pasiones, y en particular cómo se pone en práctica a través de la expresión del lenguaje y de complejos mecanismos psicológicos como el de la mímesis y la empatía, sino también comprender mejor la estructura de la propia Retórica.
En efecto, el tema de las pasiones puede considerarse como uno de los hilos conductores que mantienen la coherencia y la unidad del tratado. En los tres libros de la Retórica se presenta así desde tres perspectivas: como motivos de acciones en el primero, como instrumentos (písteis) de persuasión en el segundo y según su modo de empleo para que la persuasión sea eficaz, en el tercero.
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Notas
Recepción: 07 Enero 2023
Aprobación: 28 Febrero 2023
Publicación: 01 Marzo 2023